Después de la muerte de Jesús en el año 33 D.C., Pedro asumió la tarea de guiar a los desconcertados discípulos Cristianos. Consciente de haber negado al Maestro Jesús tres veces en la noche de su arresto, Pedro prefiere alejarse de sus compañeros. Deslumbrado por la luz divina, Pedro, junto con Marco, comienza su viaje hacia Roma con el fin de evangelizar el imperio.